Opinión
¡Impresionante!

El Coloso

Bloguero que analiza cultura, academia, deportes y política.

Por Luis Luna León, desde México, especial para NOVA

Hoy es un día lluvioso. Digno para un buen café y extrañando ese cigarro que ya no fumaré. Me dirigí a la oficina como todos los días: al llegar, hice lo que ya hago por rutina. Entré a las páginas de noticias. Si, lo acepto, es más fuerte que yo, y lo hago aun sabiendo que lo que leeré no es nada agradable.

Pero algo llamó mi atención. Era un escrito sobre "El Coloso". Si, así lo bautizaron. En Youtube y muchas páginas de internet así lo tienen registrado. El Coloso. En cadena nacional las principales televisoras de México transmitieron su “puesta en pie” para que el público lo ovacionara.

Ese “muñeco” armado para las fiestas del bicentenario de la independencia en la ciudad de México en el año 2010 siendo presidente de México Felipe Calderón Hinojosa. El Coloso. A quién también se le llamó el hombre de hielo. Al que compararon por los rasgos de su cara con Emiliano Zapata, al que le dijeron que tenía rasgos de Lenin. Que se parecía a Porfirio Díaz. Y en la celebración del grito de Independencia en ese 2010, todas las miradas estaban en él.

Causó admiración, embelesó, cautivó. Armaron un desfile alegórico para que fuera visto por todos. Y sí, ahí estaba, erguido ante los aplausos de la concurrencia. Y conforme desfilaba, la gente más se asombraba. Y es que ver esa figura humana tan grande, tan fuerte, tan impactante, era algo que quizá nadie se esperaba. Tan es así, que el portal digital de la BBC Mundo refirió: “El Zócalo mexicano fue el destino de un monumental desfile cultural y artístico más grande de la historia de México”.

Muchos lo criticaron hasta saciarse. Gritos diciendo que se había invertido mucho dinero en él. Que su presencia generó millones de pesos en gastos. Que fue innecesario. Pero en la esquina contraria, estaban otros que dijeron el coloso era lo que el pueblo necesitaba, un héroe anónimo que representara el caudillismo que corre por la sangre del mexicano que defiende su patria ante el extranjero que la amenaza.

Todo eso circuló a la par de su presencia en ese desfile del año 2010. Sin embargo, hoy, muchos años después, cuando mis ojos se deslizaban por las notas periodísticas de actualidad, ubiqué información que ese gran Coloso, había sido encontrado en los patios de una dependencia de gobierno en la ciudad de México.

Tirado, quebrado, amortajado. En el ayer aplaudido, hoy simplemente olvidado. Sin embargo, eso no es lo que hoy me motiva a escribir. Lo que hoy me mueve a estar sentado frente a un teclado, es la comparativa del coloso con muchos hombres y mujeres dedicados a la política.

El comparar a ambos es lo que hoy me impulsa a teclear. Porque al igual que le está sucediendo al Coloso, así les sucederá a aquellos políticos que se creen como tal: como colosos, que pierden el piso al que pertenecen simplemente porque son inmensos. Que hacen de los cargos políticos la pasarela exacta para lucirse ante una ciudadanía que hoy le aplaude a todo aquello que se mueve, basada en la nobleza de su corazón y de su gente. Hombres y mujeres que gustan de los flashes y de las fotografías, esas que congelan imágenes, escenas y momentos que solo pertenecen a una simple actividad de su encargo.

Políticos que al igual que el coloso, mañana, cuando se bajen del cargo público en donde estuvieron, quedarán en el mismo lugar en el que depositaron al coloso. Y estarán así, desarmados y alejados. Pero ellos (los políticos) tapados con lonas negras para que nadie sepa en donde están. Quizá huyendo de sí mismos para no recibir los reclamos del pueblo por no haber ayudado a su gente. Siempre he creído que la verdadera importancia de servir, debe tener como filosofía elemental el cumplir con la encomienda ante una sociedad carente del apoyo y de la presencia de un político o política en el que tiene puesta su fe y su esperanza.

Hoy la sociedad requiere de hombres y mujeres que ejerzan la política sin simulaciones, hablando con la verdad, diciendo lo que sí se puede hacer y también diciendo cuando no se puede. Porque alcanzar un espacio público representa la oportunidad perfecta para llevar beneficios, la ocasión idónea para extender la mano hacia un pueblo que hoy más que nunca, necesita de hombres y mujeres sensibles que los guíen en el camino del progreso y del desarrollo.

De tener a su lado a profesionales de la política que no se encierran para no atender a quienes lo eligieron. Políticos y políticas que sean sinónimo de liderazgo, de la no confrontación, de sumar a todas las fuerzas sociales y políticas para encontrar las coincidencias y subsanar las diferencias. Hombres y mujeres que puedan tener puertas abiertas para recibir, escuchar y dar curso al bien común.

Hoy se requiere de hombres y mujeres dedicados a la política preparados emocional y profesionalmente. Que tengan conocimiento del quehacer público o legislativo. Para hacer del servicio público una religión. Porque el servir en la política es como el campesino, que al labrar se labra a sí mismo. De esas y esos servidores públicos, de esos políticos son los que México necesita. La sociedad mexicana no necesita de “Colosos”. Y no hablo de esa figura representativa que fue usada en las fiestas del Bicentenario en México en el año 2010.

Me refiero a esos que se sienten grandes en los cargos públicos, las y los que olvidaron sus raíces, a su gente, a su propio pueblo. Porque todo lo que sube tiende a bajar. Y nada me dará más tristeza que un día de estos, al caminar por una calle, me encuentre al servidor público o a la servidora pública aquél, el otrora encumbrado, ahora sin amigos, con esa soledad que está llena de muchos ruidos que no dicen nada.

En soledad y amortajado por sus recuerdos, sentado en el velorio de su propio futuro y viendo pasar a un pueblo al que tuvo la oportunidad de servir, pero que nunca quiso hacerlo. Pero mientras eso sucede seguiré aquí. Observando. Viendo cuantos insisten en seguir en la pasarela o bien, cuantos aprenden de la historia. Y todo al tiempo, sólo al tiempo.

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