El Padre Alejandro Iwaszewicz de la Iglesia Ortodoxa Rusa Argentina fue procesado por la jueza penal de 10º turno, Dolores Sánchez, quien dispuso el procesamiento con prisión por un delito de "lavado de activos", por su implicancia en un caso de blanqueo de capitales provenientes (aparentemente) de hechos ilícitos en Rusia.
La magistrada determinó que el presbítero de la Iglesia Ortodoxa Rusa "recibió dinero en su cuenta (bancaria) de origen ilícito, proveniente de actividad de corrupción en Rusia, y luego ordenó su transferencia a una cuenta en ese mismo país a otra sociedad".
El proceso penal en Uruguay se inició por una denuncia del Banco Central (BCU), tras constatarse movimientos inusuales de fondos en las cuentas bancarias de Blythe Service SA, una SAFI presidida por Iwaszewicz. La denuncia señalaba la transferencia de fondos entre Chipre y Rusia por intermedio de Blythe Service SA, cuyo origen no podía ser explicitado.
Todo comenzó hace diez años, cuando el padre Alejandro, comenzó a llevar adelante trabajos de traducción para diferentes empresarios de Rusia en la época de los años ’90, cuando éstos comenzaron a realizar viajes a la Argentina en busca de nuevos negocios. Pero un empresario le ofreció un trabajo poco más estable para que le ayude a adquirir una propiedad en el país, radicarse y desarrollar sus negocios, que consistían fundamentalmente en la exportación de materias primas a Rusia y otros destinos.
Antes de aceptar la tarea, el Padre Alejandro le preguntó al arzobispo Mark de Berlín, con quien por aquella época tenía una buena relación, si podía hacerlo. Y éste le contestó que le daba su bendición para ello.
En Rusia, este empresario, Vasily Kuznetzov, junto a su familia, se dedicaba a actividades de extracción minera y química, había sido directivo de las empresas públicas durante la época soviética y luego, al "privatizarse" todo el sector, estos funcionarios pasaron a ser sus dueños. Incluso, los capitanes de barcos pesqueros vendían sus buques a inversores Argentinos pues consideraban que el buque ya era de ellos. Eso paso, por ejemplo con el buque-factoría "Samanta". La plata la repartían entre la tripulación y encima se quedaban trabajando allí.
Este empresario comenzó a interesarse en las curtiembres argentinas, bien para procesar los cueros, o para vender sus productos químicos como insumos. Sin embargo, al comenzar la crisis en Argentina, decidió terminar con sus actividades y marcharse. El padre Alejandro le ayudó a desprenderse de sus activos, incluso tras la partida del empresario del país, que seguía enviándole instrucciones desde Rusia.
Posteriormente este empresario estableció una compañía en la República Oriental del Uruguay, dedicada a la compra de materias primas. El padre Alejandro le ayudó a establecerla, figurando a la vez como director en el aspecto formal, si bien en la práctica no ejercía tal cargo, ni percibía honorarios correspondientes a un director.
En una oportunidad, realizaron una transferencia de fondos para adquirir unos activos. El padre Alejandro recibió la transferencia electrónica y firmó para depositar esos fondos.
Al poco tiempo de ese hecho, Uruguay comenzó a llevar adelante una política más exigente en materia financiera, en particular, adoptó normas más estrictas tendientes a no permitir actividades de lavado de dinero, con lo cual empezaron una especie de “cacería de brujas”. Comenzaron a perseguir a mucha gente, poniendo en duda sus operaciones, y el padre Alejandro quedó expuesto en una situación de vulnerabilidad, debido a que la compañía era pequeña, y carecía de respaldo político alguno.
El padre se presentó a declarar seis veces frente al juzgado uruguayo, presentando la documentación pertinente. Sus abogados de Argentina y Uruguay le recomendaron no presentarse, pues tenían entendido que el fiscal tenía intenciones de encarcelarlo para indagar más a fondo, declarándolo sospechoso de culpa, ya que en Uruguay se asume la culpa antes de demostrarse la inocencia, y para la indagación hace falta que la persona esté detenida.
Por un breve tiempo la causa pasó a la Argentina, y se sabía que Uruguay iba a pedir la extradición del padre. El juzgado argentino declaró que no existían pruebas para ello, apelando el fiscal representante de Uruguay a la Corte Suprema, donde cuatro jueces votaron a favor de la extradición (sin adentrarse en el tema de si era culpable o no) y 3 en contra o en blanco. Sin embargo al padre, lo vinieron a buscar y se lo llevaron a Uruguay.
Ingenuidad por parte del padre Alejandro Iwaszewicz, paupérrima gestión de la justicia uruguaya, falta de compromiso de la justicia argentina, estos son algunos de los planteos a esta confusa y poco clara situación de un ciudadano argentino, quien se encuentra en la actualidad en un penal de máxima seguridad en las afueras de Montevideo, Uruguay, a la espera de un dictamen positivo.
Además, los graves problemas que suceden en las cárceles uruguayas son realmente preocupantes, los internos carecen de absolutamente de todo, conviven presos de alta peligrosidad con aquellos que aún están pendientes del dictamen de la justicia, no tienen suficiente agua y viven en condiciones lamentables.
El Comcar, a las afueras de Montevideo, donde se encuentra el padre Alejandro Iwaszewicz es un claro ejemplo de las penurias que ahí pasan, pecadores y quienes esperan resolución.